Documento filatélico - La Roche Guyon - Val d'Oise

Descripción

Orgullosamente encaramada en un acantilado boscoso en el corazón del parque regional de Vexin, la torre del homenaje milenaria de La Roche-Guyon domina el valle del Sena. En la Edad Media, fue una importante estructura defensiva en la frontera entre el Reino de Francia y el Ducado de Normandía. Recibió el nombre de "La Roche de Gui" en honor de sus primeros señores. Construido en la ladera de una colina, el castillo está unido a la torre del homenaje por una escalera subterránea. Embellecido durante el Renacimiento, fue residencia de Francisco I y Enrique IV en varias ocasiones. El coto de caza era famoso, pero se dice que fue la belleza de la marquesa de Guercheville, condesa de La Roche-Guyon, lo que atrajo a los Vert-Galant. En el siglo XVIII, el castillo fue renovado y ampliado de nuevo. Louise-Élisabeth de La Rochefoucauld, duquesa de Enville, añadió un pequeño teatro y una biblioteca a su espléndida residencia. Allí se conservaba el manuscrito de las famosas Máximas de su antepasado. Una parte de la finca está acondicionada como un parque a la inglesa. Entre la maleza, donde la naturaleza ha reclamado sus derechos, el paseante de hoy todavía puede distinguir las formas ideales de este paisaje magnificado por el hombre. Enclavado entre los jardines del castillo y el meandro del Sena, el pueblo de La Roche-Guyon fue embellecido por los duques de La Rochefoucauld. Sus pintorescas callejuelas, su fuente de piedra, su iglesia y su mercado con columnas le han valido el calificativo de "Pueblo más bonito de Francia". Esculpidas en los acantilados desde el siglo IV, las primitivas viviendas trogloditas o "boves" recuerdan sus antiguos orígenes. Situado en la tierra del Impresionismo, entre Giverny y Vétheuil, el paraje de La Roche-Guyon fue pintado por Camille Pissarro, Auguste Renoir y Claude Monet. Inspiró a Lamartine para escribir una de sus primeras Meditaciones poéticas. Jérôme Coignard

Aviso legal

Timbre, document philatélique : création Geneviève Marot. Texte : Jérôme Coignard